¿Hablamos?
por Sixto Porras
Saber cómo manejar con inteligencia la comunicación en el matrimonio no es tan fácil como algunos creen, especialmente cuando cada uno viene de trasfondo distinto. Aprender a desarrollar una buena comunicación es todo un arte ...
Saber cómo manejar con inteligencia la comunicación en el matrimonio no es tan fácil como algunos creen, especialmente cuando cada uno viene de trasfondo distinto. Aprender a desarrollar una buena comunicación es todo un arte.
Honestidad sin temores
Es importante que entendamos que el matrimonio crece a partir de la intimidad. El fundamento para la intimidad física encuentra su origen en la intimidad emocional, y esta se logra cuando poseemos capacidad para comunicarnos afectivamente. Una pequeña prueba nos permitirá saber si poseemos capacidad en esta área o no. Cuando su pareja le pide algo y usted sabe que no puede hacerlo, ¿no se siente libre para decirle que no? Cuando usted realiza algo que sabe debe comunicar a la otra persona, ¿le causa miedo solo pensar en decirlo?¿Tiene la sensación de que su pareja se siente intimidada por usted, a tal punto que mide sus palabras a la hora de hablar? Si usted contesta afirmativamente a alguna de estas preguntas es porque le falta más intimidad emocional con la persona que ama.
La buena comunicación no se fundamenta en el temor ni en la imposición de un criterio. La intimidad emocional genera confianza, respeto y tolerancia. Esto propicia que aceptemos a la otra persona tal cual es. No se trata de un sentimiento artificial, sino la capacidad de comprensión basada en el afecto. Usualmente, no es fácil establecer una comunicación basada en estos principios, especialmente si en nuestra formación no se modeló este estilo.
Sin embargo, a medida que la pareja cultiva la comunicación entre ambos y con Dios aprenderán a confiar el uno en el otro y esto, a su vez, les permitirá ser más abiertos. La buena comunicación fluirá a partir de que cada uno se sepa respetado, aceptado, amado y valorado.
Existen momentos en el matrimonio en los que sentimos miedo, miedo a la reacción que tendrá la otra persona. Si usted padece de miedo, debe enfrentarlo y comunicar esta sensación a su pareja. Sin embargo, no comparta este temor en medio de un conflicto. Escoja un momento tranquilo, en que pueda abrirse sin que interfieran las fuertes emociones que existen en una situación de conflicto. Cuando usted abre su corazón para compartir estos temores la intimidad emocional crece profundamente. Utilice frases como: «Quiero que sepas que cuando elevas la voz un poco más yo tiendo a quedarme callado y me siento anulado como persona». El solo hecho de que ella o él lo exprese debiera mover al otro a decir: «lo siento».
El otro día dije algo que lastimó a mi esposa Helen. Ella me confesó: «eso me duele, me parece que no es justo». Yo iba a argumentar, porque ninguno de nosotros tiene intensión de herir o lastimar, pero en ese momento pensé: si a ella le dolió, es suficiente para que yo busque la forma de restaurar. Le dije, entonces: «perdón mi amor». No era el momento de argumentar; no era el momento de justificar lo que dije. Frecuentemente nos consideramos inocentes. Lo usual es pensar: ¡el otro es el que está equivocado! La verdad, sin embargo, es que si ella se sintió lastimada, esta es razón suficiente para que yo la restaure, porque ella es más importante que los argumentos que tengo; y es crucial para ambos sanear la relación cuánto antes. Esto es lo que produce verdadera intimidad. No tenga miedo de ser usted, de expresarse.
Vencer a los fantasmas del pasado
Otro de los elementos fundamentales es aprender a manejar el pasado, ese pasado que manda mensajes al presente y que predetermina muchas de nuestras actitudes. Para muchos de nosotros las situaciones sin resolver y los temas del pasado aún están dirigiendo nuestras vidas. Debemos tener mucho cuidado porque esto puede distorsionar potencialmente la comunicación. Algunos de nuestros sufrimientos, incluso, son el resultado del pasado no resuelto y no necesariamente de esta relación presente. El otro día alguien me compartía: «hace diez años sufrí una traición y de vez en cuando la vuelvo a revivir en mi imaginación». ¡Esto no es bueno! Debemos detenernos para resolver las situaciones del pasado.
El matrimonio involucra a cuatro personas: dos adultos que hoy conviven juntos, pero también involucra a dos niños internos que reaccionan por causa de su trasfondo familiar y sus recuerdos. El temor de volver a vivir situaciones negativas del pasado nos paraliza. Debemos aprender a manejar el pasado. El señalar circunstancias específicas o a nuestros padres como culpables de situaciones o experiencias que tuvimos que enfrentar, no soluciona nada. Nuestros padres son humanos y, por lo tanto, tuvieron fallas. Puede que aún sintamos resentimiento, enojo o amargura hacia ellos por lo que hicieron o dejaron de hacer. Si es así, debemos buscar la forma de resolverlo.
Encontrar causas que nos ayuden a explicar algunas hechos del pasado es útil. Sin embargo, cuando hacemos de nuestros padres u otras personas que influenciaron nuestra vida, chivos expiatorios, lo único que logramos es escaparnos de asumir responsabilidad por la forma en que somos hoy día. Vivir en el pasado frecuentemente hace que nos percibamos como víctimas; nos imposibilita para tomar las mejores decisiones, predisponiéndonos para el fracaso. Por el contrario, asumir las responsabilidades y consecuencias de nuestros actos propicia la comunicación sana con los demás y la toma de decisiones asertivas; en fin, nos predispone para el éxito en la vida.
En una ocasión, olvidé el cumpleaños de mi esposa Helen. Apenas alcancé a llevarle un ramo de flores a las diez de la noche, luego de que mi asistente me lo recordara. Helen estaba herida, lastimada. Nos acostamos y fue una de esas noches en que la cama se hace angosta y cada uno se queda en su esquina. Yo me quedé pensando y me pregunté: «¿por qué se me olvidó el cumpleaños de Helen, si yo la amo?»
Al día siguiente nos sentamos y le dije: «yo te amo. Quiero decirte que te amo todos los días. No se me olvido tu cumpleaños porque no te ame. Se me olvidó porque en mi casa yo no sabía cuando cumplía mi papá, mi mamá o mis hermanos. Mis papás tenían que trabajar tanto que nunca celebrábamos los cumpleaños. Pero yo te amo todos los días. Te amo cada vez que te lo digo, que soy responsable». Comencé a enumerarle todas las cosas por las que la amo. Ella me respondió: «en mi casa, una de las expresiones mas grandes de amor era recordar el cumpleaños de la otra persona». ¡Por eso ella estaba lastimada!
La libertad de perdonar
Nuestro trasfondo cultural nos lleva a interpretar el presente de otra manera. No puedo medirte por la historia que viví. Tengo que conocer tu historia para entender por qué reaccionas como reaccionas. Pero también debo aprender a soltar el pasado. Ahora estamos escribiendo nuestra historia. Hoy, antes de iniciar el año, anoto las fechas de cumpleaños y aniversarios y los pongo en grande PARA QUE NO SE ME OLVIDE. Y para ella los cumpleaños ahora son menos importantes porque ella sabe que la amo todos los días.
Tenemos que aprender a cambiar la forma en que manejamos los recuerdos, a romper el ciclo del dolor, perdonando, resolviendo y replanteando nuestra vida. Esto nos permite ser mejores personas.
Me gusta compartir la historia de mi madre. Mamá era hija de una de las cinco amantes de mi abuelo. Su madre la regaló a una tía, y esta la educó como esclava. El recuerdo de su padre es de un hombre subido en un gran caballo. Cuando ella le llevaba el café él se lo arrojaba en la cabeza. Siendo una adolescente soñaba con que alguien la amara y alguien la «amó» y la dejó sola con mi hermano mayor. Luego apareció mi papá, quien se dedicó a lo que mejor sabía hacer: chiquitos. Mi papá tampoco sabía lo que era el amor porque su madre enviudó cuando él era pequeño, y quedó sola con nueve hijos. Cada uno tuvo que salir a ganarse la vida en el campo como pudo.
Sin tener una historia mi mamá se casó con un sueño, una ilusión. Comenzamos a nacer nosotros. La tendencia es repetir la historia del dolor y que la traición destruya otra vez la vida. Mas ella decidió pararse en el camino y perdonar a quienes la lastimaron y la abandonaron. Yo lo vi. Un día me dijo: «vamos a Nicaragua a buscar a mi mamá». Ella ni siquiera sabía donde vivía. «Yo sé como se llama» —me dijo—, «y la quiero ir a buscar para decirle que estoy bien, para decirle que la amo, para decirle que si necesita un hogar mi casa es su casa». A pesar de los errores de mi papá ella nunca envenenó nuestro corazón con odio hacia él. Ella decidió construir una vida nueva, a partir de un sueño, un anhelo.
Definitivamente los ciclos se rompen y se inicia una historia nueva con la capacidad de perdonar, de resolver el presente y de replantear nuestro futuro. A medida que se aprende a perdonar se acepta el pasado, no importa cómo este haya sido. Muchas veces yo vi a mi mamá llorar con lágrimas de dolor. Después, sin embargo, la vi llorar con lágrimas de un recuerdo que ya no producía el mismo dolor. Era una historia que había dejado una enseñanza en su vida. Yo soy el hijo de una mujer que decidió perdonar a quienes la abandonaron; soy el hijo de una nueva construcción. Yo soy el fruto de su amor. Ella solía decirnos: «cada vez que rían porque les va bien en la vida, no olviden que para reír primero tuvieron que llorar».
Alguien tiene que detenerse y terminar con el ciclo del dolor que ha venido de generación en generación, para comenzar a escribir esa nueva historia. Si queremos asumir el gran reto de sacar adelante a nuestros hijos, debemos terminar el ciclo de dolor, dejar como herencia una nueva forma de vida a partir del perdón. Cuando decido perdonar no solo acepto el pasado y detengo el ciclo del dolor sino que soy verdaderamente libre. Perdonar es liberar a alguien de la deuda que tiene conmigo. No es un sentimiento sino una decisión que se sostiene en el tiempo. Nunca he escuchado a alguien decir: «¡cuánto deseo perdonar a esa persona que me hizo tanto mal!» Perdono porque entiendo que frente a la falta de perdón la única víctima soy yo. Cuando perdonamos volvemos a ser libres para levantar la vista y volver a amar. Si necesitamos perdonar, es vital iniciar el proceso y sostenerlo en el tiempo. En el momento oportuno esa decisión producirá nuevos sentimientos.
Una vez mi hermano, ya grande, dijo algo que me hizo pensar mucho. Mi mamá nos había contado del difícil camino que había transitado. Después de escucharla exclamó: «¡Qué extraño!, teniendo todas las razones para odiar, ¿por qué es que nos vemos imposibilitados para hacerlo?» La respuesta es clara: porque somos una nueva generación de una dama valiente que se paró en el camino y cortó la herencia de dolor dejada en su vida. Yo soy una nueva historia. Ella nos reveló a Dios, su perdón y su gracia. Nos enseñó a amar y a admirar a papá a pesar de sus errores. Esa capacidad de construir a partir de la esperanza solamente la da el perdón.
El significado de las palabras
La buena comunicación también requiere que entendamos lo que significan las palabras. Cuando la pareja contrae matrimonio, dos culturas y formas de expresión distintas se unen. Si cada uno de ustedes no define sus palabras asumirán que tienen el mismo significado para ambos y comenzarán los malos entendidos. El esposo, por ejemplo, dirá a la esposa que llegará temprano, pero ¿qué significa temprano? O quizás ella preguntó si podrían hablar por un momento. Tres horas más tarde ¡ese momento aún no ha terminado! Cada uno de nosotros utilizamos frases y practicamos costumbres comprensibles solamente en nuestro propio entorno.
La primera vez que le silbé a Helen lo hice porque mis padres se llamaban de esta manera. Helen se dio vuelta y me preguntó: «¿me estas silbando?»
«Sí mi amor» —respondí—, «te estaba llamando».
«Ah, no» —me dijo—; «se le silba a los perros no a las personas».
¡Ese día me di cuenta de que yo era del campo y ella de la ciudad!
Debemos unificar los códigos de comunicación. Tenemos que definir palabras para que interpretemos lo mismo cada vez que las pronunciemos. Para esto, no debemos asumir, sino preguntar, no debemos juzgar sino aclarar. Si sentimos que se nos ha ofendido, debemos preguntar primero por el significado de la supuesta ofensa. Veinte años después de casarnos ¿cómo cree usted que Helen y yo nos llamamos? ¡Con un silbido! Pero no es el silbido de mis papás; ahora es nuestro. La llamo así y ella ya no se ofende.
Otro de los elementos fundamentales a definir es el silencio. El silencio muchas veces comunica descontento, enojo, desprecio, mal humor, etcétera. Pero también —principalmente en los varones— significa reflexión, atención, tiempo para pensar. Debemos saber cómo manejar el silencio. Su pareja debe estar consciente de los mensajes sin palabras que usted envía. Esos mensajes son parte de un código de comunicación íntimo y personal.
Para poder interpretar los mensajes silenciosos de la pareja uno debe desarrollar el don de escuchar. Significa que cuando su cónyuge está hablando, usted debe estar escuchando. Si el tema es importante, apague el televisor o detenga el libro pero no conteste en automático. Mire a la persona a los ojos y esfuércese por escuchar lo que le está diciendo.
También es importante saber esperar el momento indicado. Esto es cuestión de sentido común. No inicie una conversación importante cinco minutos antes de que termine el partido. Si yo llego de una conferencia y despierto a Helen para compartirle algo, le aseguro que no estará en la mejor disposición de oír, y con toda razón. Es porque tiene sueño y cuando tiene sueño debo dejarla dormir. Cuando yo estoy muy cansado soy hiper reaccionario y por eso no es un buen momento para hablar. No obstante, existen los momentos de escuchar.
Cuando usted escucha bien, usted acepta lo que la otra persona dice sin juzgarla. Hace preguntas e indica con gestos de afirmación que le importa lo que está escuchando, de modo que se sienta amada. Yo disfruto de las clases de psicología que está cursando Helen. Conozco a sus profesoras, a sus compañeras y compañeros sin haberlos visto nunca. Vivo su historia cada vez que la escucho, porque su emoción es mi emoción, su dolor mi dolor. Esto se llama empatía. Escuchar es una de las actividades más maravillosas que podemos experimentar. Por esto, no se debe comer con el TV encendido.
Debemos también considerar algunos obstáculos para escuchar inteligentemente. Uno es estar a la defensiva. También es difícil escuchar cuando existen actitudes incorrectas o prejuicios hacia otras personas. Por ejemplo, usted debe amar a las personas que su cónyuge ama. Ame a la familia de su cónyuge. Hable siempre bien de sus suegros, sus cuñados, y los parientes de ella. Después de usted ellos son las personas más importantes en la vida de ella.
Otro obstáculo a la buena comunicación son las interrupciones. A veces queremos imponer nuestro punto de vista y por eso no dejamos hablar. No intimide con gritos ni con gestos. Hagan un pacto como pareja: «se acabaron los gritos en esta casa». No presione a la otra persona para terminar. Muérdase la lengua, mueva los pies, juegue con el anillo, pero escuche. Escuche con sus oídos, sus ojos y su cuerpo. Cuando usted logra meterse en lo que la otra persona siente y vive comienza a sentir lo mismo.
También constituye un obstáculo a la buena comunicación el estar muy ocupado. Qué triste es que tenemos oídos para oír y no oímos, ojos para ver y no vemos, corazón para sentir y no sentimos. Reserve energía para llegar a casa, para dormir a los niños, para hablar un rato. Ese agotamiento emocional y físico está consumiendo a las familias de nuestros tiempos.
La buena comunicación es fruto del esfuerzo. Aclare el mensaje. Observe. Pregunte. Investigue. Reflexione. Sea paciente. A veces evadimos un tema por alguna sensibilidad existente. Cuando esto ocurra, vuelva con ternura sobre el tema evadido. Sea concreto. Resuelva sobre el punto. No busque culpar, sino tome acciones concretas sobre la situación.
Debemos tener presente que ciertos temas como, por ejemplo, las relaciones sexuales, no se hablan en público. Otros problemas, que son muy sensibles, no deben hablarse delante de los niños. Nunca discuta temas serios cuando están muy cansados. Separen un tiempo para reunirse y conversar sobre temas que implican tomar decisiones importantes.
Conclusión
Existen momentos críticos durante el día para la buena comunicación. Los primeros y últimos cinco minutos del día deben ser momentos tratados con gentileza, porque marcan la percepción del día o determinan el descanso en la noche. Debemos buscar la forma de que esas palabras sean las que edifican y levantan a la persona. Busque la forma de siempre saludar a su cónyuge con una sonrisa.
El arte de aprender a comunicarse sabiamente requiere de diligencia y perseverancia, pues no se cultiva de la noche a la mañana. No obstante, el fruto que deja en la relación matrimonial no tiene precio. Permitirá que ustedes lleguen a ser verdaderos amigos que comparten una aventura sin igual entre todas las relaciones que le regala el Señor. Quien ha disfrutado de esa intimidad jamás se arrepentirá de haber invertido tiempo en cultivar buenos hábitos de comunicación con su pareja y con quienes le rodean.
Sixto Porras, un reconocido conferencista internacional, ha producido más de 10.000 programas radiales y televisivos sobre temas relacionados a la familia. Es el actual Director de Enfoque a la Familia para América Latina y España. Vive, junto a su esposa Helen y sus dos hijos varones, en San José de Costa Rica. ©Apuntes Pastorales XXV-2, todos los derechos reservados.