LA FAMILIA CRISTIANA - VENEZUELA

Iglesia "Nueva Jerusalen LG" Acarigua

EL DISEÑO DE DIOS PARA EL MATRIMONIO

Por Carol Heffernan


Es fácil pensar que sólo "otras personas" se divorcian, que su propio matrimonio está de alguna manera inmune al dolor del corazón, a la infidelidad o a las peleas en cuanto a quien se queda con la casa, con el carro y con el perro. Después de todo, ¿quién de nosotros llegaría a la boda si creyésemos que nuestra relación va a terminar en la corte de divorcio?

La verdad es que ninguna relación viene con una garantía de por vida. Aun cuando los hombres y las mujeres que crecieron en hogares estables, quienes asisten a la iglesia y se consideran cristianos, que prometen “hasta que la muerte nos separe” pueden ver de todas maneras ver cómo todo se destruye.

Como cristianos, sabemos que aplicando los principios bíblicos del matrimonio nos dará un fundamento más fuerte que el de nuestros amigos y vecinos inconversos. Nosotros sabemos esto, pero ¿qué estamos haciendo al respecto? En otras palabras, ¿qué hace que un matrimonio sea "cristiano"?

De acuerdo al autor Gary Thomas, no estamos haciendo las preguntas correctas. ¿Qué tal si la relación de ustedes no se trata tanto de usted y su cónyuge como de usted y Dios?

En vez de preguntarse por qué tenemos problemas, el asunto más importante es cómo salimos adelante.

En el libro “Sagrado Romance”, Thomas no escribió sobre el tema: “Cómo tener una relación más feliz.” En ese libro él pregunta: “¿Cómo podemos usar los desafíos, gozos, problemas y celebraciones del matrimonio para acercarnos más a Dios? ¿Qué tal si Dios diseñó el matrimonio para hacernos tanto felices como santos?

MIRANDO AL MATRIMONIO REALÍSTICAMENTE

“Tenemos que dejar de pedir del matrimonio algo que Dios nunca diseñó que este pudiese dar: perfecta felicidad, una vida libre de conflictos, y una obsesión idolátrica”, explica Thomas.

En su lugar, dice, podemos apreciar el hecho de que Dios diseñó el matrimonio para proveer compañerismo, intimidad espiritual y la habilidad de buscar a Dios, juntos. ¿Así que, lo que Thomas piensa es el concepto más equivocado que los cristianos tienen acerca del matrimonio?

“Encontrar un compañero del alma, alguien que nos complete”, dice Thomas. “El problema de buscar en otro ser humano alguien que nos complete es, hablando en términos espirituales, idolatría.” Nosotros debemos encontrar nuestra satisfacción y propósito en Dios…y si esperamos que nuestro cónyuge sea “Dios” para nosotros, él o ella van a fallar cada día. Ninguna persona puede llenar semejante expectativa.”

Cada uno tiene días malos, le grita a su cónyuge, o es extremadamente egoísta. Más allá de esas imperfecciones, Dios creó al esposo y a la esposa para ayudarse mutuamente a buscar a Dios.

Thomas ofrece un ejemplo: “Cuando mi esposa me perdona…y me acepta, Yo aprendo a recibir el perdón de Dios y también su aceptación. En ese momento, ella está modelando a Dios, revelando la misericordia de Dios hacia mí, y ayudándome a ver con mis propios ojos una realidad verdaderamente espiritual.”

Mientras que es fácil ver por qué Dios diseñó una unión centrada en la otra persona para un mí centrado en mi propio mundo, vivir de ese modo es un desafío. Así que cuando los impuestos se acumulan, la comunicación se quiebra y usted está simplemente irritado con su esposo o esposa, Thomas ofrece estos puntos para recordar, los cuales le ayudarán a calmar la tensión:

Dios creó el matrimonio como una asociación de lealtad entre un hombre y una mujer.
El matrimonio es la fundación más firme para edificar una familia
Dios diseñó la expresión sexual para ayudar a las parejas casadas a desarrollar intimidad.
El matrimonio es un reflejo del pacto de Dios con Sus hijos.
Vemos este último paralelo a través de la Biblia. Por ejemplo, Jesús se refiere a sí mismo como el “esposo” y al Reino de los cielos como a un “banquete de bodas.”

Estos puntos demuestran que los propósitos de Dios para el matrimonio se extienden más allá de la felicidad personal. Thomas es rápido en clarificar que Dios no está, por decir, en contra de la felicidad sino que el matrimonio promueve valores aun más altos.

“Dios no creó el matrimonio sólo para darnos un sistema placentero para repoblar el mundo proveyendo una institución social permanente para criar hijos. Él plantó el matrimonio entre los humanos como otra señal que apunta a Su propia existencia eternal y espiritual.”

Sirviendo a Su Cónyuge

Él para la tarde entera en su oficina, otra vez. Ella gasta dinero haciendo cheques que olvida deducir de su chequera. Él se va a jugar al golf en vez de pasar tiempo con los niños. Desde hábitos irritantes hasta situaciones pesadas que parecen imposibles de resolver, el amar al cónyuge durante los tiempos duros no es fácil. Pero las mismas luchas nos conducen también para iluminar lo que valoramos en el matrimonio.

“Si la felicidad es nuestro objetivo principal, nos vamos a divorciar tan pronto como la felicidad parezca desvanecerse, dice Thomas. “Si recibir amor es nuestra meta principal, vamos a abandonar a nuestro cónyuge tan pronto como parezca que ellos están menos atentos a nosotros. Pero si nos casamos para la gloria de Dios, para modelar Su amor y compromiso a nuestros hijos, y para revelar Su testimonio al mundo, entonces el divorcio no tiene sentido.”

Las parejas que han sobrevivido una situación que podría haberlos llevado a la terminación de su matrimonio, tales como la infidelidad o una enfermedad con riesgo de vida, pueden continuar luchando el resentimiento contenido por años, la ira y la amargura. Así que, ¿Cuáles son algunas maneras de fortalecer una relación que está a la deriva, e inclusive animarles a tener una relación saludable? Thomas ofrece las siguientes sugerencias:

Enfóquese en los puntos fuertes de su cónyuge, en vez de en las debilidades.
Anime, en vez de criticar.
Ore por su cónyuge en vez de chusmear acerca de ellos.
Aprenda y viva lo que enseña Cristo acerca de relacionarse y amar a otros.
Las parejas jóvenes de una manera especial pueden beneficiarse con este consejo. Después de todo, muchos recién casados no están adecuadamente preparados para hacer la transición de verse mutuamente varias veces a la semana, a de pronto tener que compartirlo todo. Las posibilidades incluyen que algunos hábitos molestos y conductas nada atractivas puedan surgir. Sin embargo como cristianos, somos llamados a respetar a todos, incluyendo a nuestro cónyuge.

Con una relación centrada en Cristo, una actitud centrada en la otra persona y un compromiso innegociable de hacer que el matrimonio funcione bien, éste florecerá tal cual Dios lo ha diseñado.


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Aprender la intimidad

La belleza de unir su vida con la de otra persona es una aventura que se debe construir en equipo.

Lograr la intimidad en una relación no es sencillo. Requiere que se construya un ambiente de confianza que la favorezca. La mejor forma de crear este ambiente es que la pareja formalice un pacto de aprendizaje, en el que se den espacio y permiso para este proceso de exploración.

El aprendizaje incluye tres elementos: primero, supone una disposición de mi parte. En segundo lugar, significa apertura a un conocimiento que renueva. En tercer lugar,  incluye la disposición de trabajar para que se concrete en la realidad. Será vital, también, desaprender lo que hasta acá hemos practicado, si se diera el caso de que no contribuye a la construcción de la intimidad.

Un camino a recorrer
En la vida sexual la pareja puede comunicar añoranzas, mimos, urgencia, pasión o ternura. Esto forma parte de la expresión de nuestra vida sexual. Note, sin embargo, que esta es la manifestación culminante de la relación. Para cultivar la intimidad debemos entender que esta es la meta a la que apuntamos, que caminamos juntos hacia ella.

La sexualidad incluye la búsqueda de una relación exclusiva y comprometida. Debe poseer los dos elementos que constituyen la antesala del  lazo físico, la amistad erótica. Estos son, la comprensión mutua y la unión emocional. Esa es la parte integral de la sexualidad, la expresión de todo el ser, que se comparte con la otra persona. Este proceso no es automático.

Hacia la intimidad
Podemos definir intimidad como la superación del aislamiento natural que experimentamos en lo físico, lo mental, lo emocional y lo afectivo. Este aislamiento es contrario al propósito de Dios, que nos creó para el compañerismo. No obstante, las heridas de la vida a veces nos llevan a decidir a no abrirnos más a nadie. A veces la soledad es el resultado de haberme abierto a otra persona y no haber sido correspondido. Quizás tal experiencia condujo a una decisión: «nunca más le vuelvo a declarar que lo quiero o que la quiero».
Para salir de este encierro es vital abandonar el miedo. El miedo es el enemigo principal de la intimidad. Para ser íntimo tengo que alimentar la confianza. Es una vinculación emocional y espiritual, pero también deseada y voluntaria. No se impone, sino que se conquista, se cultiva, se construye.

Invitación a la confianza
La intimidad nace no solamente en la decisión de compartir mis emociones, mis sentimientos, mis frustraciones y mis dolores. También se posibilita a partir del espacio que me da la otra persona para que yo consiga ser íntimo. Si cada vez que yo quiero ser íntimo encuentro una palabra de rechazo, de menosprecio o un regaño, me niego a ser íntimo.

La intimidad es superar el aislamiento físico, para vincularme, de manera emocional y espiritual, con la persona que amo. La intimidad puede darse en las amistades pero cobra una fuerza vital en la pareja. Con mis compañeros de trabajo puedo compartir algunos años. Con Helen llevo veinticinco años y sueño con envejecer a su lado.

En un momento que estábamos por lograr un acuerdo en el ministerio viví una experiencia muy intensa. Todo estaba convenido, pero en el último minuto la persona se echó para atrás. Yo me había ilusionado en gran manera por aquella situación, así que llegué a la oficina muy triste. Mis compañeros me preguntaron: «¿qué te pasa?» Y yo les respondí: «estoy triste». Y estos dos compañeros se tomaron el trabajo de escribirme correos. En cada uno me exhortaban: «Tenga fe,  Sixto. Nos va a ir bien; vamos a salir adelante». Y de repente alguno de ellos me mencionó algo, y eso me ayudó a cobrar ánimo. Llegué a casa y charlé con Helen y abrimos nuestro corazón. Ella también me habló palabras de ánimo.

Para eso debe haber confianza. Si alguien se ríe de mis sentimientos, no se los volveré a compartir. Lo mismo ocurre si su respuesta es grosera o insensible. Hace algún tiempo me dolió profundamente que Helen me confesara: «cada vez que me respondes de esa manera me duele. Y hace años lo haces».

Corregir errores
¿Sabe qué es lo que me dolió? Que durante años hacía algo que la lastimaba y no me daba cuenta de eso. ¿Por qué me duele? Porque la amo. Para que haya intimidad tiene que haber capacidad de identificación con la persona que amo. Debe romperse todo aquello que me torna egocéntrico o autocomplaciente. Muchas veces Helen me sorprende invitándome: «escúchalos». Se refiere a mis hijos. Y antes de contestar, tengo que sentir lo que siente, oír lo que encierran sus palabras, para poder identificarme con lo íntimo que les está pasando.

Amor y sexo
Hemos separado muchas veces sexo del amor porque vivimos en una sociedad lujuriosa. La avaricia del placer ha complicado la sexualidad. Se separa el cuerpo de las emociones, de lo espiritual y de las convicciones personales. Nos hemos acostumbrado a la mentira de que los encuentros físicos son posibles sin necesidad de que lleguen a ser encuentros emocionales. Es decir, puedo alcanzar el placer, sin ser íntimo. ¿Es eso lo que buscamos? No. Buscamos más que el placer circunstancial de cinco minutos.

Di una charla de sexualidad a un grupo de jóvenes y les advertí: «si él o ella te ama, no pondría en juego ninguno de tus sueños y anhelos». Entonces una joven se acercó y me compartió que había hablado con su novio y le había indicado: «a mí me parece que debemos dejar de tener relaciones sexuales, porque hemos centrado nuestra relación en el placer sexual. Hemos perdido la oportunidad de conocernos y de ser íntimos». El novio le repuso: «sabes que yo no puedo vivir sin sexo».

Yo le pregunto a usted: ¿él la ama?

Ella estaba despedazada, y llorando me insistía: «pero yo lo amo». Entonces le añadí: «Voy a enriquecer tu criterio. Ustedes se casan y ahora estás en el noveno mes de embarazo y entonces él te recuerda que no puede vivir sin sexo. Como no puede contigo, te avisa: “ya vengo.”¿Te agradaría la escena?»

Ella me miraba, asustada: «¡no puede ser!»

«Pues eso es lo que te están anunciando. ¿Te gustaría casarte con alguien así?»

Ahora le pregunto a usted: ¿eran íntimos ellos? No, por más relaciones sexuales que tuvieran, no eran íntimos.

Necesitamos volver a integrar el concepto de sexualidad a intimidad, a confianza, a pacto, a relación que dura en el tiempo. Al quitar la intimidad hemos desvalorizado el sexo. La sexualidad que se promueve en una sociedad egocéntrica y superficial no considera el encuentro entre dos personas integrales. Es una sexualidad cargada de machismo, de luchas de poder, de deseos de controlar al otro. En este panorama a las personas se las considera como objetos, instrumentos de placer.

Mitos que atan
Existen muchos mitos en la sociedad que pueden producir frustración o desconcierto en la pareja. Uno de ellos acompaña la dificultad de lograr el orgasmo en la relación sexual. Ante esta situación, advierten: «todo el mundo lo logra y nosotros no». ¿Sabe por qué muchas veces no hemos encontrado el placer? Porque nos ha faltado ser íntimos. Durante la etapa de noviazgo todas las energías están puestas en el romance de conquistar el corazón de la otra persona. Cuando arribamos al matrimonio, sin embargo, dejamos atrás la conquista, y eso acaba matando la intimidad.

Otras personas piensan que no son merecedoras de placer a menos que sus cuerpos sean perfectos. Déjeme decirle un misterio: Dios le hizo a usted y a mí a su imagen. El día que descubro a Dios en mi vida me descubro a mí mismo. Y me veré como realmente soy: aceptado, amado, valorado y querido. La hermosura es una cualidad que describe una realidad espiritual, que se instala en el corazón de una persona. Podemos alimentar esa hermosura en la vida de la otra persona por medio de nuestros comentarios. Todos tenemos el derecho de disfrutar íntimamente nuestras relaciones, y de tener relaciones sexuales satisfactorias, placenteras, llenas de realización.

Otros han sobredimensionado el aspecto físico a tal punto que distorsionan la intimidad. Lo sexual no es el centro de la relación. La sexualidad no se limita a la genitalidad. Abarca caricias, besos, compañía agradable, palabras de afecto. Eso propicia una verdadera intimidad. El que mis palabras sean agradables vuelve apetecible el estar conmigo.

Sexualidad sana
¿Cuáles son los objetivos integrales de la sexualidad plena y satisfactoria? El primero, la reproducción, siempre que Dios así lo conceda. El placer físico también es fundamental. Nos encontramos en nuestra intimidad de alcoba para procurar un placer físico, que es también una demostración incondicional de amor. No es, sin embargo, un tiempo circunscrito a cinco minutos. Es un estilo de vida que cultivamos todos los días. Opto por expresar de manera agradable mi sexualidad con besos, palabras, caricias, sorpresas y demostraciones de afecto. Elijo amarte y aceptarte como eres. Aun cuando se van produciendo los cambios normales de los años, debemos afirmar que amamos a la otra persona tal como es, no como nos gustaría que fuera. Entre más pasen los años, más sensibles seremos a las palabras, porque hemos cultivado juntos la intimidad. Por esto, es necesario cuidar cada palabra y cada expresión.

Ingrediente esencial
El sexo y la ternura tienen que ir de la mano. Muchas parejas deben aprender juntas a conocerse y comprenderse para poder disfrutar su sexualidad. Debemos ser tiernos de tal manera que despertemos en la otra persona el deseo de estar con nosotros. La ternura se aprende, se enseña, se comparte. No espere que la otra persona adivine. En lugar de imponer, regañar o enojarse, comparta aquellas cosas que le producen placer, que le alegran el corazón, para que la otra persona sepa cómo conducirse.

¿Cómo logro la ternura? Tomando la decisión de expresar mi afecto de todas las maneras posibles: con un mensaje de texto, una nota espontánea, un beso no planeado, una palabra de afirmación o un halago sincero. Es decir, busco la forma de cuidar los detalles. Soy intencionalmente afectivo con la persona que está cada día conmigo. La ternura nos ayuda a mantener el intercambio afectivo.
Es justo que hagamos, también, un alto para que podamos expresar: «Lo siento. Perdón por las veces que te herí, que te juzgué». A menos que enterremos, a través del perdón, las ofensas, seguiremos reclamando lo que un día hicimos o no hicimos. Debemos darnos la oportunidad de nacer de nuevo. Nacemos de nuevo cuando dejamos que Dios cambie nuestra actitud y decidimos dar a la otra persona una nueva oportunidad.

Pido a Dios que nos ayude a cada uno de nosotros a lograr una profunda intimidad con la persona a la que amamos.
El autor (sixto@enfoquealafamilia.com), un reconocido conferencista internacional, ha producido más de 6000 programas radiales y televisivos sobre temas relacionados a la familia. Es el Director de Enfoque a la Familia para Iberoamérica. Vive, junto a su esposa Helen y sus dos hijos, Daniel y Esteban, en San José, Costa Rica.

Articulos

¿Hablamos?
por Sixto Porras

Saber cómo manejar con inteligencia la comunicación en el matrimonio no es tan fácil como algunos creen, especialmente cuando cada uno viene de trasfondo distinto. Aprender a desarrollar una buena comunicación es todo un arte ...

Saber cómo manejar con inteligencia la comunicación en el matrimonio no es tan fácil como algunos creen, especialmente cuando cada uno viene de trasfondo distinto. Aprender a desarrollar una buena comunicación es todo un arte.
Honestidad sin temores
Es importante que entendamos que el matrimonio crece a partir de la intimidad. El fundamento para la intimidad física encuentra su origen en la intimidad emocional, y esta se logra cuando poseemos capacidad para comunicarnos afectivamente. Una pequeña prueba nos permitirá saber si poseemos capacidad en esta área o no. Cuando su pareja le pide algo y usted sabe que no puede hacerlo, ¿no se siente libre para decirle que no? Cuando usted realiza algo que sabe debe comunicar a la otra persona, ¿le causa miedo solo pensar en decirlo?¿Tiene la sensación de que su pareja se siente intimidada por usted, a tal punto que mide sus palabras a la hora de hablar? Si usted contesta afirmativamente a alguna de estas preguntas es porque le falta más intimidad emocional con la persona que ama.
La buena comunicación no se fundamenta en el temor ni en la imposición de un criterio. La intimidad emocional genera confianza, respeto y tolerancia. Esto propicia que aceptemos a la otra persona tal cual es. No se trata de un sentimiento artificial, sino la capacidad de comprensión basada en el afecto. Usualmente, no es fácil establecer una comunicación basada en estos principios, especialmente si en nuestra formación no se modeló este estilo.
Sin embargo, a medida que la pareja cultiva la comunicación entre ambos y con Dios aprenderán a confiar el uno en el otro y esto, a su vez, les permitirá ser más abiertos. La buena comunicación fluirá a partir de que cada uno se sepa respetado, aceptado, amado y valorado.
Existen momentos en el matrimonio en los que sentimos miedo, miedo a la reacción que tendrá la otra persona. Si usted padece de miedo, debe enfrentarlo y comunicar esta sensación a su pareja. Sin embargo, no comparta este temor en medio de un conflicto. Escoja un momento tranquilo, en que pueda abrirse sin que interfieran las fuertes emociones que existen en una situación de conflicto. Cuando usted abre su corazón para compartir estos temores la intimidad emocional crece profundamente. Utilice frases como: «Quiero que sepas que cuando elevas la voz un poco más yo tiendo a quedarme callado y me siento anulado como persona». El solo hecho de que ella o él lo exprese debiera mover al otro a decir: «lo siento».
El otro día dije algo que lastimó a mi esposa Helen. Ella me confesó: «eso me duele, me parece que no es justo». Yo iba a argumentar, porque ninguno de nosotros tiene intensión de herir o lastimar, pero en ese momento pensé: si a ella le dolió, es suficiente para que yo busque la forma de restaurar. Le dije, entonces: «perdón mi amor». No era el momento de argumentar; no era el momento de justificar lo que dije. Frecuentemente nos consideramos inocentes. Lo usual es pensar: ¡el otro es el que está equivocado! La verdad, sin embargo, es que si ella se sintió lastimada, esta es razón suficiente para que yo la restaure, porque ella es más importante que los argumentos que tengo; y es crucial para ambos sanear la relación cuánto antes. Esto es lo que produce verdadera intimidad. No tenga miedo de ser usted, de expresarse.
Vencer a los fantasmas del pasado
Otro de los elementos fundamentales es aprender a manejar el pasado, ese pasado que manda mensajes al presente y que predetermina muchas de nuestras actitudes. Para muchos de nosotros las situaciones sin resolver y los temas del pasado aún están dirigiendo nuestras vidas. Debemos tener mucho cuidado porque esto puede distorsionar potencialmente la comunicación. Algunos de nuestros sufrimientos, incluso, son el resultado del pasado no resuelto y no necesariamente de esta relación presente. El otro día alguien me compartía: «hace diez años sufrí una traición y de vez en cuando la vuelvo a revivir en mi imaginación». ¡Esto no es bueno! Debemos detenernos para resolver las situaciones del pasado.
El matrimonio involucra a cuatro personas: dos adultos que hoy conviven juntos, pero también involucra a dos niños internos que reaccionan por causa de su trasfondo familiar y sus recuerdos. El temor de volver a vivir situaciones negativas del pasado nos paraliza. Debemos aprender a manejar el pasado. El señalar circunstancias específicas o a nuestros padres como culpables de situaciones o experiencias que tuvimos que enfrentar, no soluciona nada. Nuestros padres son humanos y, por lo tanto, tuvieron fallas. Puede que aún sintamos resentimiento, enojo o amargura hacia ellos por lo que hicieron o dejaron de hacer. Si es así, debemos buscar la forma de resolverlo.
Encontrar causas que nos ayuden a explicar algunas hechos del pasado es útil. Sin embargo, cuando hacemos de nuestros padres u otras personas que influenciaron nuestra vida, chivos expiatorios, lo único que logramos es escaparnos de asumir responsabilidad por la forma en que somos hoy día. Vivir en el pasado frecuentemente hace que nos percibamos como víctimas; nos imposibilita para tomar las mejores decisiones, predisponiéndonos para el fracaso. Por el contrario, asumir las responsabilidades y consecuencias de nuestros actos propicia la comunicación sana con los demás y la toma de decisiones asertivas; en fin, nos predispone para el éxito en la vida.
En una ocasión, olvidé el cumpleaños de mi esposa Helen. Apenas alcancé a llevarle un ramo de flores a las diez de la noche, luego de que mi asistente me lo recordara. Helen estaba herida, lastimada. Nos acostamos y fue una de esas noches en que la cama se hace angosta y cada uno se queda en su esquina. Yo me quedé pensando y me pregunté: «¿por qué se me olvidó el cumpleaños de Helen, si yo la amo?»
Al día siguiente nos sentamos y le dije: «yo te amo. Quiero decirte que te amo todos los días. No se me olvido tu cumpleaños porque no te ame. Se me olvidó porque en mi casa yo no sabía cuando cumplía mi papá, mi mamá o mis hermanos. Mis papás tenían que trabajar tanto que nunca celebrábamos los cumpleaños. Pero yo te amo todos los días. Te amo cada vez que te lo digo, que soy responsable». Comencé a enumerarle todas las cosas por las que la amo. Ella me respondió: «en mi casa, una de las expresiones mas grandes de amor era recordar el cumpleaños de la otra persona». ¡Por eso ella estaba lastimada!
La libertad de perdonar
Nuestro trasfondo cultural nos lleva a interpretar el presente de otra manera. No puedo medirte por la historia que viví. Tengo que conocer tu historia para entender por qué reaccionas como reaccionas. Pero también debo aprender a soltar el pasado. Ahora estamos escribiendo nuestra historia. Hoy, antes de iniciar el año, anoto las fechas de cumpleaños y aniversarios y los pongo en grande PARA QUE NO SE ME OLVIDE. Y para ella los cumpleaños ahora son menos importantes porque ella sabe que la amo todos los días.
Tenemos que aprender a cambiar la forma en que manejamos los recuerdos, a romper el ciclo del dolor, perdonando, resolviendo y replanteando nuestra vida. Esto nos permite ser mejores personas.
Me gusta compartir la historia de mi madre. Mamá era hija de una de las cinco amantes de mi abuelo. Su madre la regaló a una tía, y esta la educó como esclava. El recuerdo de su padre es de un hombre subido en un gran caballo. Cuando ella le llevaba el café él se lo arrojaba en la cabeza. Siendo una adolescente soñaba con que alguien la amara y alguien la «amó» y la dejó sola con mi hermano mayor. Luego apareció mi papá, quien se dedicó a lo que mejor sabía hacer: chiquitos. Mi papá tampoco sabía lo que era el amor porque su madre enviudó cuando él era pequeño, y quedó sola con nueve hijos. Cada uno tuvo que salir a ganarse la vida en el campo como pudo.
Sin tener una historia mi mamá se casó con un sueño, una ilusión. Comenzamos a nacer nosotros. La tendencia es repetir la historia del dolor y que la traición destruya otra vez la vida. Mas ella decidió pararse en el camino y perdonar a quienes la lastimaron y la abandonaron. Yo lo vi. Un día me dijo: «vamos a Nicaragua a buscar a mi mamá». Ella ni siquiera sabía donde vivía. «Yo sé como se llama» —me dijo—, «y la quiero ir a buscar para decirle que estoy bien, para decirle que la amo, para decirle que si necesita un hogar mi casa es su casa». A pesar de los errores de mi papá ella nunca envenenó nuestro corazón con odio hacia él. Ella decidió construir una vida nueva, a partir de un sueño, un anhelo.
Definitivamente los ciclos se rompen y se inicia una historia nueva con la capacidad de perdonar, de resolver el presente y de replantear nuestro futuro. A medida que se aprende a perdonar se acepta el pasado, no importa cómo este haya sido. Muchas veces yo vi a mi mamá llorar con lágrimas de dolor. Después, sin embargo, la vi llorar con lágrimas de un recuerdo que ya no producía el mismo dolor. Era una historia que había dejado una enseñanza en su vida. Yo soy el hijo de una mujer que decidió perdonar a quienes la abandonaron; soy el hijo de una nueva construcción. Yo soy el fruto de su amor. Ella solía decirnos: «cada vez que rían porque les va bien en la vida, no olviden que para reír primero tuvieron que llorar».
Alguien tiene que detenerse y terminar con el ciclo del dolor que ha venido de generación en generación, para comenzar a escribir esa nueva historia. Si queremos asumir el gran reto de sacar adelante a nuestros hijos, debemos terminar el ciclo de dolor, dejar como herencia una nueva forma de vida a partir del perdón. Cuando decido perdonar no solo acepto el pasado y detengo el ciclo del dolor sino que soy verdaderamente libre. Perdonar es liberar a alguien de la deuda que tiene conmigo. No es un sentimiento sino una decisión que se sostiene en el tiempo. Nunca he escuchado a alguien decir: «¡cuánto deseo perdonar a esa persona que me hizo tanto mal!» Perdono porque entiendo que frente a la falta de perdón la única víctima soy yo. Cuando perdonamos volvemos a ser libres para levantar la vista y volver a amar. Si necesitamos perdonar, es vital iniciar el proceso y sostenerlo en el tiempo. En el momento oportuno esa decisión producirá nuevos sentimientos.
Una vez mi hermano, ya grande, dijo algo que me hizo pensar mucho. Mi mamá nos había contado del difícil camino que había transitado. Después de escucharla exclamó: «¡Qué extraño!, teniendo todas las razones para odiar, ¿por qué es que nos vemos imposibilitados para hacerlo?» La respuesta es clara: porque somos una nueva generación de una dama valiente que se paró en el camino y cortó la herencia de dolor dejada en su vida. Yo soy una nueva historia. Ella nos reveló a Dios, su perdón y su gracia. Nos enseñó a amar y a admirar a papá a pesar de sus errores. Esa capacidad de construir a partir de la esperanza solamente la da el perdón.
El significado de las palabras
La buena comunicación también requiere que entendamos lo que significan las palabras. Cuando la pareja contrae matrimonio, dos culturas y formas de expresión distintas se unen. Si cada uno de ustedes no define sus palabras asumirán que tienen el mismo significado para ambos y comenzarán los malos entendidos. El esposo, por ejemplo, dirá a la esposa que llegará temprano, pero ¿qué significa temprano? O quizás ella preguntó si podrían hablar por un momento. Tres horas más tarde ¡ese momento aún no ha terminado! Cada uno de nosotros utilizamos frases y practicamos costumbres comprensibles solamente en nuestro propio entorno.
La primera vez que le silbé a Helen lo hice porque mis padres se llamaban de esta manera. Helen se dio vuelta y me preguntó: «¿me estas silbando?»
«Sí mi amor» —respondí—, «te estaba llamando».
«Ah, no» —me dijo—; «se le silba a los perros no a las personas».
¡Ese día me di cuenta de que yo era del campo y ella de la ciudad!
Debemos unificar los códigos de comunicación. Tenemos que definir palabras para que interpretemos lo mismo cada vez que las pronunciemos. Para esto, no debemos asumir, sino preguntar, no debemos juzgar sino aclarar. Si sentimos que se nos ha ofendido, debemos preguntar primero por el significado de la supuesta ofensa. Veinte años después de casarnos ¿cómo cree usted que Helen y yo nos llamamos? ¡Con un silbido! Pero no es el silbido de mis papás; ahora es nuestro. La llamo así y ella ya no se ofende.
Otro de los elementos fundamentales a definir es el silencio. El silencio muchas veces comunica descontento, enojo, desprecio, mal humor, etcétera. Pero también —principalmente en los varones— significa reflexión, atención, tiempo para pensar. Debemos saber cómo manejar el silencio. Su pareja debe estar consciente de los mensajes sin palabras que usted envía. Esos mensajes son parte de un código de comunicación íntimo y personal.
Para poder interpretar los mensajes silenciosos de la pareja uno debe desarrollar el don de escuchar. Significa que cuando su cónyuge está hablando, usted debe estar escuchando. Si el tema es importante, apague el televisor o detenga el libro pero no conteste en automático. Mire a la persona a los ojos y esfuércese por escuchar lo que le está diciendo.
También es importante saber esperar el momento indicado. Esto es cuestión de sentido común. No inicie una conversación importante cinco minutos antes de que termine el partido. Si yo llego de una conferencia y despierto a Helen para compartirle algo, le aseguro que no estará en la mejor disposición de oír, y con toda razón. Es porque tiene sueño y cuando tiene sueño debo dejarla dormir. Cuando yo estoy muy cansado soy hiper reaccionario y por eso no es un buen momento para hablar. No obstante, existen los momentos de escuchar.
Cuando usted escucha bien, usted acepta lo que la otra persona dice sin juzgarla. Hace preguntas e indica con gestos de afirmación que le importa lo que está escuchando, de modo que se sienta amada. Yo disfruto de las clases de psicología que está cursando Helen. Conozco a sus profesoras, a sus compañeras y compañeros sin haberlos visto nunca. Vivo su historia cada vez que la escucho, porque su emoción es mi emoción, su dolor mi dolor. Esto se llama empatía. Escuchar es una de las actividades más maravillosas que podemos experimentar. Por esto, no se debe comer con el TV encendido.
Debemos también considerar algunos obstáculos para escuchar inteligentemente. Uno es estar a la defensiva. También es difícil escuchar cuando existen actitudes incorrectas o prejuicios hacia otras personas. Por ejemplo, usted debe amar a las personas que su cónyuge ama. Ame a la familia de su cónyuge. Hable siempre bien de sus suegros, sus cuñados, y los parientes de ella. Después de usted ellos son las personas más importantes en la vida de ella.
Otro obstáculo a la buena comunicación son las interrupciones. A veces queremos imponer nuestro punto de vista y por eso no dejamos hablar. No intimide con gritos ni con gestos. Hagan un pacto como pareja: «se acabaron los gritos en esta casa». No presione a la otra persona para terminar. Muérdase la lengua, mueva los pies, juegue con el anillo, pero escuche. Escuche con sus oídos, sus ojos y su cuerpo. Cuando usted logra meterse en lo que la otra persona siente y vive comienza a sentir lo mismo.
También constituye un obstáculo a la buena comunicación el estar muy ocupado. Qué triste es que tenemos oídos para oír y no oímos, ojos para ver y no vemos, corazón para sentir y no sentimos. Reserve energía para llegar a casa, para dormir a los niños, para hablar un rato. Ese agotamiento emocional y físico está consumiendo a las familias de nuestros tiempos.
La buena comunicación es fruto del esfuerzo. Aclare el mensaje. Observe. Pregunte. Investigue. Reflexione. Sea paciente. A veces evadimos un tema por alguna sensibilidad existente. Cuando esto ocurra, vuelva con ternura sobre el tema evadido. Sea concreto. Resuelva sobre el punto. No busque culpar, sino tome acciones concretas sobre la situación.
Debemos tener presente que ciertos temas como, por ejemplo, las relaciones sexuales, no se hablan en público. Otros problemas, que son muy sensibles, no deben hablarse delante de los niños. Nunca discuta temas serios cuando están muy cansados. Separen un tiempo para reunirse y conversar sobre temas que implican tomar decisiones importantes.
Conclusión
Existen momentos críticos durante el día para la buena comunicación. Los primeros y últimos cinco minutos del día deben ser momentos tratados con gentileza, porque marcan la percepción del día o determinan el descanso en la noche. Debemos buscar la forma de que esas palabras sean las que edifican y levantan a la persona. Busque la forma de siempre saludar a su cónyuge con una sonrisa.
El arte de aprender a comunicarse sabiamente requiere de diligencia y perseverancia, pues no se cultiva de la noche a la mañana. No obstante, el fruto que deja en la relación matrimonial no tiene precio. Permitirá que ustedes lleguen a ser verdaderos amigos que comparten una aventura sin igual entre todas las relaciones que le regala el Señor. Quien ha disfrutado de esa intimidad jamás se arrepentirá de haber invertido tiempo en cultivar buenos hábitos de comunicación con su pareja y con quienes le rodean.
Sixto Porras, un reconocido conferencista internacional, ha producido más de 10.000 programas radiales y televisivos sobre temas relacionados a la familia. Es el actual Director de Enfoque a la Familia para América Latina y España. Vive, junto a su esposa Helen y sus dos hijos varones, en San José de Costa Rica. ©Apuntes Pastorales XXV-2, todos los derechos reservados.