LA FAMILIA CRISTIANA - VENEZUELA

Iglesia "Nueva Jerusalen LG" Acarigua

Aprender la intimidad

La belleza de unir su vida con la de otra persona es una aventura que se debe construir en equipo.

Lograr la intimidad en una relación no es sencillo. Requiere que se construya un ambiente de confianza que la favorezca. La mejor forma de crear este ambiente es que la pareja formalice un pacto de aprendizaje, en el que se den espacio y permiso para este proceso de exploración.

El aprendizaje incluye tres elementos: primero, supone una disposición de mi parte. En segundo lugar, significa apertura a un conocimiento que renueva. En tercer lugar,  incluye la disposición de trabajar para que se concrete en la realidad. Será vital, también, desaprender lo que hasta acá hemos practicado, si se diera el caso de que no contribuye a la construcción de la intimidad.

Un camino a recorrer
En la vida sexual la pareja puede comunicar añoranzas, mimos, urgencia, pasión o ternura. Esto forma parte de la expresión de nuestra vida sexual. Note, sin embargo, que esta es la manifestación culminante de la relación. Para cultivar la intimidad debemos entender que esta es la meta a la que apuntamos, que caminamos juntos hacia ella.

La sexualidad incluye la búsqueda de una relación exclusiva y comprometida. Debe poseer los dos elementos que constituyen la antesala del  lazo físico, la amistad erótica. Estos son, la comprensión mutua y la unión emocional. Esa es la parte integral de la sexualidad, la expresión de todo el ser, que se comparte con la otra persona. Este proceso no es automático.

Hacia la intimidad
Podemos definir intimidad como la superación del aislamiento natural que experimentamos en lo físico, lo mental, lo emocional y lo afectivo. Este aislamiento es contrario al propósito de Dios, que nos creó para el compañerismo. No obstante, las heridas de la vida a veces nos llevan a decidir a no abrirnos más a nadie. A veces la soledad es el resultado de haberme abierto a otra persona y no haber sido correspondido. Quizás tal experiencia condujo a una decisión: «nunca más le vuelvo a declarar que lo quiero o que la quiero».
Para salir de este encierro es vital abandonar el miedo. El miedo es el enemigo principal de la intimidad. Para ser íntimo tengo que alimentar la confianza. Es una vinculación emocional y espiritual, pero también deseada y voluntaria. No se impone, sino que se conquista, se cultiva, se construye.

Invitación a la confianza
La intimidad nace no solamente en la decisión de compartir mis emociones, mis sentimientos, mis frustraciones y mis dolores. También se posibilita a partir del espacio que me da la otra persona para que yo consiga ser íntimo. Si cada vez que yo quiero ser íntimo encuentro una palabra de rechazo, de menosprecio o un regaño, me niego a ser íntimo.

La intimidad es superar el aislamiento físico, para vincularme, de manera emocional y espiritual, con la persona que amo. La intimidad puede darse en las amistades pero cobra una fuerza vital en la pareja. Con mis compañeros de trabajo puedo compartir algunos años. Con Helen llevo veinticinco años y sueño con envejecer a su lado.

En un momento que estábamos por lograr un acuerdo en el ministerio viví una experiencia muy intensa. Todo estaba convenido, pero en el último minuto la persona se echó para atrás. Yo me había ilusionado en gran manera por aquella situación, así que llegué a la oficina muy triste. Mis compañeros me preguntaron: «¿qué te pasa?» Y yo les respondí: «estoy triste». Y estos dos compañeros se tomaron el trabajo de escribirme correos. En cada uno me exhortaban: «Tenga fe,  Sixto. Nos va a ir bien; vamos a salir adelante». Y de repente alguno de ellos me mencionó algo, y eso me ayudó a cobrar ánimo. Llegué a casa y charlé con Helen y abrimos nuestro corazón. Ella también me habló palabras de ánimo.

Para eso debe haber confianza. Si alguien se ríe de mis sentimientos, no se los volveré a compartir. Lo mismo ocurre si su respuesta es grosera o insensible. Hace algún tiempo me dolió profundamente que Helen me confesara: «cada vez que me respondes de esa manera me duele. Y hace años lo haces».

Corregir errores
¿Sabe qué es lo que me dolió? Que durante años hacía algo que la lastimaba y no me daba cuenta de eso. ¿Por qué me duele? Porque la amo. Para que haya intimidad tiene que haber capacidad de identificación con la persona que amo. Debe romperse todo aquello que me torna egocéntrico o autocomplaciente. Muchas veces Helen me sorprende invitándome: «escúchalos». Se refiere a mis hijos. Y antes de contestar, tengo que sentir lo que siente, oír lo que encierran sus palabras, para poder identificarme con lo íntimo que les está pasando.

Amor y sexo
Hemos separado muchas veces sexo del amor porque vivimos en una sociedad lujuriosa. La avaricia del placer ha complicado la sexualidad. Se separa el cuerpo de las emociones, de lo espiritual y de las convicciones personales. Nos hemos acostumbrado a la mentira de que los encuentros físicos son posibles sin necesidad de que lleguen a ser encuentros emocionales. Es decir, puedo alcanzar el placer, sin ser íntimo. ¿Es eso lo que buscamos? No. Buscamos más que el placer circunstancial de cinco minutos.

Di una charla de sexualidad a un grupo de jóvenes y les advertí: «si él o ella te ama, no pondría en juego ninguno de tus sueños y anhelos». Entonces una joven se acercó y me compartió que había hablado con su novio y le había indicado: «a mí me parece que debemos dejar de tener relaciones sexuales, porque hemos centrado nuestra relación en el placer sexual. Hemos perdido la oportunidad de conocernos y de ser íntimos». El novio le repuso: «sabes que yo no puedo vivir sin sexo».

Yo le pregunto a usted: ¿él la ama?

Ella estaba despedazada, y llorando me insistía: «pero yo lo amo». Entonces le añadí: «Voy a enriquecer tu criterio. Ustedes se casan y ahora estás en el noveno mes de embarazo y entonces él te recuerda que no puede vivir sin sexo. Como no puede contigo, te avisa: “ya vengo.”¿Te agradaría la escena?»

Ella me miraba, asustada: «¡no puede ser!»

«Pues eso es lo que te están anunciando. ¿Te gustaría casarte con alguien así?»

Ahora le pregunto a usted: ¿eran íntimos ellos? No, por más relaciones sexuales que tuvieran, no eran íntimos.

Necesitamos volver a integrar el concepto de sexualidad a intimidad, a confianza, a pacto, a relación que dura en el tiempo. Al quitar la intimidad hemos desvalorizado el sexo. La sexualidad que se promueve en una sociedad egocéntrica y superficial no considera el encuentro entre dos personas integrales. Es una sexualidad cargada de machismo, de luchas de poder, de deseos de controlar al otro. En este panorama a las personas se las considera como objetos, instrumentos de placer.

Mitos que atan
Existen muchos mitos en la sociedad que pueden producir frustración o desconcierto en la pareja. Uno de ellos acompaña la dificultad de lograr el orgasmo en la relación sexual. Ante esta situación, advierten: «todo el mundo lo logra y nosotros no». ¿Sabe por qué muchas veces no hemos encontrado el placer? Porque nos ha faltado ser íntimos. Durante la etapa de noviazgo todas las energías están puestas en el romance de conquistar el corazón de la otra persona. Cuando arribamos al matrimonio, sin embargo, dejamos atrás la conquista, y eso acaba matando la intimidad.

Otras personas piensan que no son merecedoras de placer a menos que sus cuerpos sean perfectos. Déjeme decirle un misterio: Dios le hizo a usted y a mí a su imagen. El día que descubro a Dios en mi vida me descubro a mí mismo. Y me veré como realmente soy: aceptado, amado, valorado y querido. La hermosura es una cualidad que describe una realidad espiritual, que se instala en el corazón de una persona. Podemos alimentar esa hermosura en la vida de la otra persona por medio de nuestros comentarios. Todos tenemos el derecho de disfrutar íntimamente nuestras relaciones, y de tener relaciones sexuales satisfactorias, placenteras, llenas de realización.

Otros han sobredimensionado el aspecto físico a tal punto que distorsionan la intimidad. Lo sexual no es el centro de la relación. La sexualidad no se limita a la genitalidad. Abarca caricias, besos, compañía agradable, palabras de afecto. Eso propicia una verdadera intimidad. El que mis palabras sean agradables vuelve apetecible el estar conmigo.

Sexualidad sana
¿Cuáles son los objetivos integrales de la sexualidad plena y satisfactoria? El primero, la reproducción, siempre que Dios así lo conceda. El placer físico también es fundamental. Nos encontramos en nuestra intimidad de alcoba para procurar un placer físico, que es también una demostración incondicional de amor. No es, sin embargo, un tiempo circunscrito a cinco minutos. Es un estilo de vida que cultivamos todos los días. Opto por expresar de manera agradable mi sexualidad con besos, palabras, caricias, sorpresas y demostraciones de afecto. Elijo amarte y aceptarte como eres. Aun cuando se van produciendo los cambios normales de los años, debemos afirmar que amamos a la otra persona tal como es, no como nos gustaría que fuera. Entre más pasen los años, más sensibles seremos a las palabras, porque hemos cultivado juntos la intimidad. Por esto, es necesario cuidar cada palabra y cada expresión.

Ingrediente esencial
El sexo y la ternura tienen que ir de la mano. Muchas parejas deben aprender juntas a conocerse y comprenderse para poder disfrutar su sexualidad. Debemos ser tiernos de tal manera que despertemos en la otra persona el deseo de estar con nosotros. La ternura se aprende, se enseña, se comparte. No espere que la otra persona adivine. En lugar de imponer, regañar o enojarse, comparta aquellas cosas que le producen placer, que le alegran el corazón, para que la otra persona sepa cómo conducirse.

¿Cómo logro la ternura? Tomando la decisión de expresar mi afecto de todas las maneras posibles: con un mensaje de texto, una nota espontánea, un beso no planeado, una palabra de afirmación o un halago sincero. Es decir, busco la forma de cuidar los detalles. Soy intencionalmente afectivo con la persona que está cada día conmigo. La ternura nos ayuda a mantener el intercambio afectivo.
Es justo que hagamos, también, un alto para que podamos expresar: «Lo siento. Perdón por las veces que te herí, que te juzgué». A menos que enterremos, a través del perdón, las ofensas, seguiremos reclamando lo que un día hicimos o no hicimos. Debemos darnos la oportunidad de nacer de nuevo. Nacemos de nuevo cuando dejamos que Dios cambie nuestra actitud y decidimos dar a la otra persona una nueva oportunidad.

Pido a Dios que nos ayude a cada uno de nosotros a lograr una profunda intimidad con la persona a la que amamos.
El autor (sixto@enfoquealafamilia.com), un reconocido conferencista internacional, ha producido más de 6000 programas radiales y televisivos sobre temas relacionados a la familia. Es el Director de Enfoque a la Familia para Iberoamérica. Vive, junto a su esposa Helen y sus dos hijos, Daniel y Esteban, en San José, Costa Rica.